Si decimos que el papel de la mujer en la economía y en el PIB ha sido tradicionalmente cuestionado, pocas os sorprenderéis. La brecha salarial, la segregación horizontal en los trabajos, la brecha de género, la economía de los cuidados, el trabajo no remunerado… Os suena toda esta historia, ¿verdad?
Hace unos meses, la Comisión Mujer y Empresa de PIMEC sacaba a la luz un imprescindible estudio que afirmaba, categóricamente, que «las mujeres aportan el 51,88% del PIB a la economía española». Pero, ¿de dónde sale esta cifra y qué implicaciones materiales tiene?
Discriminación sectorial
El informe, en colaboración con la Universidad de Santiago de Compostela, nos recuerda que la base de las actuales desigualdades entre hombres y mujeres en su participación en la actividad económica, laboral y empresarial, tiene su origen en dos características de la actividad productiva. Por un lado, la discriminación sectorial. Hecho que se puede comprobar fácilmente dándote un paseo por las facultades de Humanidades y, luego, yéndote a visitar las de Ingeniería o Física, por ejemplo. En esta discriminación sectorial, la socialización de género que recibimos desde que nacemos juega un rol clave.
Por otro lado, el desigual reparto del trabajo no remunerado. Ya lo decía Flora Tristán: «Hay alguien todavía más oprimido que el obrero y es la mujer del obrero». El sistema olvida por completo la necesidad imperante del papel de la mujer en los trabajos no remunerados, sustento del capitalismo y del desarrollo efectivo del resto de actividades económicas.
Cálculos del PIB sin base de género
Los sistemas oficiales de contabilización computan exclusivamente la actividad productiva; dejando a miles de mujeres al margen de la economía española todo y desarrollar una labor tan esencial como es la de los cuidados. Una vez más, ellas y sus aportaciones quedan invisibilizadas.
¿Qué pasaría si se tuviesen en cuenta estas variables? ¿Podría resistir el capitalismo sin el trabajo constante, diario y desinteresado de tantas mujeres?
El estudio constata que si se tuvieran en cuenta estas variables, el PIB español aumentaría un 40% y las mujeres aportarían un 51,88%. Dicho con otras palabras, llevamos años tomando decisiones macroeconómicas sin tener en cuenta el funcionamiento real de toda la actividad productiva. Veamos que dice ante esto Maria Teixidor, presidenta de la Comisión Mujer y Empresa de PIMEC.
Teixidor apunta a que “hay que avanzar en el enfoque dual en todos los programas de ayudas públicas y mejorar el diseño de las medidas de apoyo a todos los sectores, de tal forma que incluyan financiación específica para la igualdad de género y requisitos e indicadores explícitos para la integración de la perspectiva de género”. En esta línea, la presidenta de la Comisión Mujer y Empresa de PIMEC advierte que “para que los Fondos europeos Next Generation puedan ser la palanca de transformación social y de igualdad efectiva entre hombres y mujeres, es necesario que garanticen este enfoque dual y con perspectiva de género”.
En definitiva, esta realidad pone de manifiesto la persistencia de una significativa división sexual del trabajo, así como de patrones socioeconómicos que subestiman la actividad económica de las mujeres y minimizan sus aportaciones.
No se puede pasar por alto, tampoco, que estas reglas socialmente impuestas hacen que las mujeres acaben viéndose condicionadas a escoger trabajos productivos con peores condiciones laborales, así como reducciones de jornada, con el fin de seguir desarrollando esta actividad no remunerada tan despreciada como necesaria para el sistema.
Como bien apuntan desde PIMEC, «esta situación cobra especial importancia cuando se analizan los períodos de crisis económica, tanto a la hora de estimar los efectos parciales en los sectores industriales, como cuando se adoptan medidas de apoyo a los sectores para paliar los efectos de estas crisis y revertir las externalidades negativas».
En un mundo leído en femenino, se sabría de primera mano que la contribución de las mujeres a la economía total de España iguala la aportación de los hombres e, incluso, puede superarla en ausencia de fuentes de discriminación.
Eso sí, mientras la eficacia económica siga siendo vista desde el sistema masculino, los datos serán bien distintos…
¿Empezamos a avanzar hacia un sistema que no ponga palos en las ruedas al desarrollo profesional de las mujeres y, por ende, al potencial económico de todo un territorio?
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