Es cierto que uno de los objetivos de Aula Magna Business School es reducir la brecha de género a nivel ejecutivo, liderando la formación de las mujeres en cualquiera de sus ámbitos. Nos gusta ser ese trampolín que te haga librarte del indeseado ‘síndrome de la impostora’, guiándote para dar el salto profesional con éxito asegurado. Esto, sin embargo, no quita que el crecimiento laboral sea una tarea ardua que dependa de una misma. De hecho, no necesitamos estar insatisfechas con nuestro puesto actual para querer seguir formándonos, documentándonos e interactuando con otras compañeras. Con un poco de suerte, esta iniciativa propia puede traducirse en una satisfacción personal, acompañada de un aumento de sueldo o una promoción inesperada. ¿Te contamos cómo?

El mercado laboral ha evolucionado de forma vertiginosa. Hablamos de un concepto cambiante en el que las habilidades o herramientas demandadas se transforman casi constantemente. Ya no basta con tener un título. Se requiere actitud, valores, motivación personal… ¿Ya sabes por donde van los tiros?

«Normalmente talento llama talento y mediocridad llama mediocridad»

Xavier Marcet

Las soft skills: una ventana de oportunidades

Las habilidades blandas, comúnmente conocidas como soft skills, son una combinación de habilidades sociales, habilidades de comunicación, rasgos de la personalidad, actitudes, atributos profesionales, inteligencia social e inteligencia emocional, que facultan a las personas para moverse por su entorno, trabajar con otros, realizar un buen desempeño y, complementándose con las habilidades duras, conseguir sus objetivos. ¿Sabías que la actitud positiva se considera un soft skill deseado por cualquier empresa?

• Vales lo que comunicas: De nada sirve que sepas mucho sobre un tema si no sabes cómo contárselo al mundo. En un sistema en el que la sobreinformación abunda, tener la capacidad de llamar la atención a través de un buen mensaje clave, un slogan creativo o una mirada penetrante puede marcar la diferencia. ¡Ojo! Saber escuchar también es una característica esencial del proceso. ¿Qué sentido tendría querer llegar a un receptor con el cual no te has molestado en empatizar?
• Trabaja en equipo: Dos mentes piensan más que una. Pero no todos estamos preparados para saber compartir ideas. Por suerte, esta es una habilidad que nos obligan a desarrollar desde pequeños en las escuelas. La pasión por el trabajo y la presencia de un buen líder son claves para construir una plantilla que sume y jamás reste.
• Mentes resolutivas: Existen personas que saben ver una oportunidad donde otras ven un problema. ¡Qué maravilla! Está claro que ningún oficio es un camino de rosas, pero tener la capacidad de encontrar soluciones creativas, ideas disruptivas o, simplemente, retos nuevos ante cualquier obstáculo te cambia la vida (tanto profesional como personalmente).
• Equivócate, vuélvete a equivocar y hazlo otra vez: No pasa nada. Nadie nace aprendido. Equivocarse es de humanos. Eso sí, que equivocarse nunca sea en vano. Los errores se asimilan, se meditan, se estudian e interiorizan. De esta manera, no solo no volverás a caer en ellos, sino que además te abrirán un abanico de reflexiones y nuevas ideas surgidas de esa autoconfianza que, hasta el momento del error, no tenías.
• Sé esa persona a quien tú contratarías para tu empresa: Piensa en qué capacidades, habilidades o actitudes tendría que tener una persona para que apostases por ella. Al final, todo el mundo busca lo mismo: alguien que deje huella. La proactividad, la pasión por lo que se hace o el talento bien desarrollado son herramientas cada vez más demandadas.

Por último, recuerda que cualquier habilidad, blanda o dura, requiere de un esfuerzo. Como dice Xavier Marcet, «uno no tiene talento de por vida. Hay que estar al día, asumir nuevos desafíos y dar resultados. El mejor talento es el que vive con la humildad de aprender siempre». Conjugar talento con humildad abre las puertas de la sabiduría.